lunes, 4 de marzo de 2013

Obispo pide denunciar casos de trata de persona

La trata de personas es un grave atentado contra la dignidad de la persona humana. Es un delito muy parecido al secuestro o un secuestro realizado de otra manera. Se mantiene retenida a la persona a través de engaños, enganchándola con el señuelo de un trabajo bien remunerado o un papel artístico y llevándola luego a prostituirse, o astutamente se le hace miembro de la familia para obtener de ella un servicio de por vida o un órgano para trasplantar. Otras formas de mantenerla retenida es amenazándola, quitándole sus documentos de identificación, separándole temporalmente de sus hijos o hablándole de algún daño para ellos… En la trata de personas no se pide un rescate por la víctima. Ella misma ha de pagar ese rescate: se le hace trabajar por casi nada o se le obliga a venderse. La manera más frecuente como aparece este delito en nuestra región es con fines de explotación sexual.
Hacernos conscientes de este delito y denunciarlo es parte de nuestra responsabilidad ciudadana para construir el bien común. Sin embargo, también es necesario reflexionar y cambiar algunas maneras de mirar la realidad y algunas formas de vivir, que son terreno fértil para este delito de la trata de personas.
De muchas maneras se presenta el cuerpo de la mujer y también el cuerpo del hombre como una mercancía. Se dice que el cuerpo de la mujer y ahora también del hombre es suyo y puede hacer con él lo que le venga en gana. Si quiere venderlo, lo venda; si quiere alquilarlo, lo alquile. En el mercado cada quien puede elegir el artículo que le guste y para el cual le alcance la paga. En esta carrera mercantil no hay espacio para hablar de algo sagrado en la persona, de límites que deban ser respetados, de prohibiciones que salvaguarden la dignidad personal. Humanamente esto es inaceptable. Nosotros también somos nuestro cuerpo. Esta es una verdad que claramente percibimos en la vida de cada día. A las personas a quienes amamos les decimos: “no quiero que te mueras”; no les decimos: “no quiero que tu cuerpo no muera”. El cuerpo también es nuestra persona y la persona humana es siempre alguien, un sujeto libre, con derechos que se le deben respetar y con obligaciones que responsablemente ha de cumplir. Esta dignidad es el fundamento de la igualdad de todos los seres humanos entre sí. Quienes creemos en Jesús reconocemos que la raíz de la dignidad de la persona humana se encuentra en Dios, que le ha creado a su imagen y semejanza y que en Jesús le ha hecho hijo suyo. Hacer de la persona humana un objeto de compra-venta en la historia ha recibido el nombre de esclavitud.
Junto a lo anterior, “la vida humana” deseable, que en general nos es presentada en muchos medios de comunicación, excluye todo sacrificio, dolor y disciplina. Todo es disfrutar, jugar, sentir el cosquilleo de la emoción. Cuando se examina el hecho de la prostitución no sólo ha de mirarse a la persona en situación de prostitución, sino también al cliente. Si ha proliferado la explotación sexual, a la que en nuestra región está dirigida de manera especial la trata de personas, hemos de examinar cómo es que han proliferado tantos clientes. La fidelidad, que es el amor que se vive en el tiempo, siempre exige la capacidad de renuncia. Si se ha quitado a la relación sexual su sentido humano unitivo y procreativo y se le ve una conducta tan irrelevante como tomarse un barquillo al final del amable encuentro de una tarde, ¿qué puede detener a una persona para no intentar comprar a otra cuando siente el antojo de tener relaciones sexuales con ella?
La trata es también fruto de la vulnerabilidad de las personas. En general, quienes son víctimas de este delito se encuentran en una difícil situación económica, muchas de ellas con sueños “de película” que para la inmensa mayoría de personas son prohibitivos. Los tratantes saben de esta debilidad y la explotan. Muchas jovencitas ven su salida de casa como una aventura que posiblemente les lleve a la fama, a la comodidad y la riqueza, y su cuerpo lo miran como la tarjeta para obtener todo esto. Para la inmensa mayoría de quienes caen en este engaño el resultado es cruel e inhumano. ¿Cómo ayudar a que cada pueblo pueda construir el bien común que permita el desarrollo integral de las personas, de manera que nadie se mire violentado por la miseria a dejar su familia y su Patria?

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